Más allá de la diversidad: desvelando los secretos del microbioma de un intestino sano
La visión tradicional de un intestino sano está marcada desde hace tiempo por la idea de que manda la diversidad. Se creía que el principal indicador de un intestino que funciona bien era una gran diversidad de especies microbianas. Sin embargo, nuestras fuentes indican que esto es excesivamente simplista. Por tanto, ¿qué caracteriza un «microbioma sano»?
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Autor
En el inmenso contexto de nuestros cuerpos, existe un mundo desconocido y extraordinariamente complejo: el microbioma intestinal Es una bulliciosa población microbiana, una selva tropical oculta en nuestro interior, que influye profundamente en nuestra salud. Durante años, los científicos creyeron que la clave de un intestino sano era una mezcla variada de estos diminutos organismos. Pero, como en cualquier ecosistema complejo, no se trata solo de la cantidad de especies, sino también de lo que hacen. Actualmente, el interés se está trasladando hacia (sidenote: Diversidad funcional Esto describe el abanico de actividades metabólicas que realiza la microbiota intestinal. Es un indicador de la salud intestinal más importante que la simple diversidad taxonómica porque distintas composiciones microbianas pueden llevar a cabo funciones metabólicas parecidas. Analizar la diversidad funcional puede proporcionar una predicción más exacta de los estados fisiológicos que si solo se analiza la diversidad en su composición. ) : el abanico de tareas que estos microorganismos llevan a cabo. No es suficiente con tener una gran variedad; estos microorganismos tienen que trabajar en armonía. 1
Microorganismos: microbios valiosos para la salud humana
Los trabajadores invisibles
De la misma forma que una selva tropical proporciona las condiciones necesarias para que existan distintas formas de vida, lo hace también nuestro intestino. Estos habitantes microbianos no son pasajeros ociosos, sino trabajadores esenciales. Producen sustancias indispensables conocidas como (sidenote: Ácidos Grasos de Cadena Corta (AGCC) Los Ácidos Grasos de Cadena Corta (AGCC) son una fuente de energía (carburante) de las células de la persona que interactúan con el sistema inmunitario y están implicadas en la comunicación entre el intestino y el cerebro. Silva YP, Bernardi A, Frozza RL. The Role of Short-Chain Fatty Acids From Gut Microbiota in Gut-Brain Communication. Front Endocrinol (Lausanne). 2020;11:25. ) (AGCC), que son como combustible para nuestra mucosa intestinal y mantienen a nuestro sistema inmunitario bajo control. Uno de estos AGCC, el butirato, es como un superhéroe, y proporciona energía a las células de nuestro colon.
También están los ácidos biliares, sintetizados por el hígado y transformados por las bacterias intestinales, que son fundamentales para digerir las grasas, actuando como si fueran el detergente del sistema digestivo. El hígado y el intestino mantienen una conversación constante: una responsabilidad compartida que los hace influirse mutuamente. El intestino produce moléculas que funcionan a modo de mensajeros para el hígado, y el hígado envía ácidos biliares de vuelta.
Una barrera protectora
Nuestro intestino no solo es una casa para los microorganismos, sino que también es una barrera importante. (sidenote: Capa de moco Es una barrera compleja y dinámica que recubre el intestino, compuesta principalmente por agua, electrólitos, lípidos y mucinas. Separa físicamente las bacterias del epitelio intestinal, impide el contacto directo y mantiene la integridad de la barrera intestinal. El espesor y la renovación de la capa de moco son críticos para un intestino sano. ) , una sustancia brillante y gelatinosa, hace de guardaespaldas al impedir que las bacterias toquen directamente el delicado recubrimiento del intestino. Esta capa se renueva sin cesar —un proceso gestionado de forma tan meticulosa como los servicios de limpieza y recogida de basuras de una ciudad— y así se mantiene la protección. Lo que comemos también la afecta de forma sorprendente.
Algunas fibras y prebióticos ayudan a mantener la capa de moco, logrando que se mantenga resistente. Pero algunos alimentos procesados con emulgentes pueden alterar esta capa y hacer que la barrera intestinal se vuelva más permeable —como una ciudad en cuyo muro se ha abierto una brecha—.
¿En qué se diferencian los prebióticos, los probióticos y los posbióticos?
La resiliencia es clave
Como una selva tropical que aguanta las tormentas, un microbioma sano necesita ser (sidenote: Resiliencia Esto hace referencia a la capacidad de la microbiota intestinal de mantener una composición estable a lo largo del tiempo y de tolerar alteraciones como los antibióticos o cambios en la alimentación. Una microbiota resiliente se recupera rápidamente de las alteraciones, lo que disminuye el riesgo de problemas de salud a largo plazo. ) . Debería poder recuperarse rápidamente de las alteraciones, como las enfermedades o los antibióticos, que afectan su delicado equilibrio. Estamos empezando a comprender que un intestino sano no es un ente fijo, sino que es dinámico y específico para cada persona. Está influido por el parto, nuestro entorno, hábitos y alimentación. Esto hace que caracterizar un intestino «sano» sea complejo y requiera mucha más investigación científica.
No se trata simplemente de bacterias buenas o malas, sino de la función del microbioma en conjunto y de su capacidad para afrontar los cambios. Parece que la clave es el equilibrio y la capacidad para llevar a cabo sus funciones fundamentales, más bien como una orquesta que como un instrumento solista. Esta nueva forma de ver el microbioma cambiará el modo en que enfocamos la asistencia sanitaria y nos ayudará a proteger estos aliados microscópicos que viven en nuestro interior.