Enfoque en la diabetes
La diabetes podría convertirse en la séptima causa de mortalidad en el mundo de aquí a 2030 según la OMS, causando accidentes cardiovasculares, amputaciones, ceguera y diálisis. Una plaga que podría combatirse, en parte, con un estilo de vida más saludable... e incluso interviniendo en nuestra flora intestinal, siempre y cuando logremos dilucidar sus múltiples efectos en nuestro metabolismo.
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Acerca de este artículo
Se sabe desde hace mucho tiempo que la diabetes es una cuestión de azúcares. Pero también es una cuestión de bacterias intestinales que nos permiten digerir los azúcares lentos (el almidón y el resto de fibras alimentarias), descomponiéndolos en azúcares simples que al fermentarse dan lugar a ácidos grasos de cadena corta (AGCC) e, inevitablemente, a la formación de gas. Sin embargo, los diabéticos de tipo 2 podrían tener una microbiota menos rica en bacterias productoras de los famosos AGCC. El resto de bacterias tiene efectos menos beneficiosos: provocan una inflamación crónica del hígado por acumulación de grasas (esteatosis hepática no alcohólica). Al morir, algunas bacterias también liberan sustancias tóxicas, cuya presencia en la sangre se asocia con un mayor riesgo de diabetes. Además, dado que del 90 al 95 % de los diabéticos son también obesos, padecen el estado inflamatorio crónico que se da en la obesidad, en parte generado por la microbiota intestinal.
Bacterias que inclinan la balanza
En la diabetes de tipo 1, en la que el sistema inmunitario se vuelve contra las células del páncreas responsables de la producción de insulina (células beta), cambia la composición de la microbiota: la menor abundancia de Proteobacteria y la mayor presencia de Firmicutes en comparación con las Bacteroidetes formarían parte de los factores de riesgo. Por el contrario, algunas bacterias (lactobacilos, bifidobacterias, bacterias productoras de butirato) podrían brindar protección contra la autoinmunidad, un trastorno que obliga nuestro cuerpo a luchar contra nuestras propias defensas inmunitarias. Por último hay que tener en cuenta al resto de miembros de la microbiota: los virus. El virus Coxsackie4 , por ejemplo, es capaz de infectar las células del páncreas productoras de insulina.
Tras la pista de mecanismos terapéuticos
Para complicar aún más la situación, las bacterias influirían también en los efectos de la metformina. Este medicamento de primera línea en el tratamiento de la diabetes de tipo 2 disminuiría la inflamación causada por las sustancias tóxicas bacterianas reduciendo la absorción de grasas a través de la flora intestinal. Esto permitiría dilucidar su modo de acción, todavía poco claro, pero podría sesgar los resultados de los estudios llevados a cabo en estos pacientes. Estos son algunos de los mecanismos, entre otros muchos, que relacionan la diabetes y la microbiota intestinal. Apenas se ha comenzado a entrever este vasto y complejo campo de acción.
4 Virus exclusivamente humano perteneciente a la familia de los enterovirus (que se reproducen en los intestinos)