La piel bajo una triple influencia: Intestino, Cerebro y Microbiota cutánea
La piel desempeña múltiples funciones: no solamente separa el medio interior corporal del medio exterior, 1,2 sino que además protege de la radiación UV, participa en la termorregulación, confiere las sensaciones de tacto, absorbe y sintetiza compuestos.
Su papel de barrera es triple. Actúa como una barrera física que protege a los órganos internos de los cambios del entorno y la invasión de patógenos, sobre todo porque sus células epiteliales se están regenerando perpetuamente.La epidermis, llena de folículos pilosos y glándulas que producen lípidos, péptidos antimicrobianos, enzimas, sales y otros diversos compuestos, actúa también como una barrera química: su superficie ácida (pH entre 4,5 y 5,5), a menudo pobre en agua y rica en cloruro de sodio, de temperatura bastante baja (29-34°C), resulta relativamente hostil para los patógenos.1,2,3 Por último, los queratinocitos de la epidermis actúan como una barrera inmunitaria activa vigilando la presencia de patógenos en la superficie de la piel y, si es necesario, estimulando la respuesta inmunitaria del huésped.4,5,6
Sin embargo, la piel permite el desarrollo de una microbiota comensal, o más bien de diversas microbiotas cutáneas, cuya composición varía en función del entorno fisicoquímico que prevalece en las diferentes zonas cutáneas (cara, axilas...).
Al igual que su homóloga intestinal con la que se comunica, la microbiota cutánea protege contra los patógenos, refuerza la inmunidad y degrada ciertos compuestos.