El alcoholismo, causa importante de mortalidad, tiene graves repercusiones en el funcionamiento de los órganos. Entre los daños colaterales causados por el alcoholismo cabe mencionar alteraciones severas de la microbiota intestinal que provocan una disfunción en el diálogo entre el intestino y el cerebro. Partiendo de la observación de que la microbiota intestinal tiene un papel potencial en los trastornos del comportamiento y las adicciones, un equipo de investigadores se preguntó si se podría reducir la dependencia del alcohol transfiriendo la microbiota intestinal de un individuo sano a pacientes alcohólicos. Para ello, distribuyeron 20 hombres de 60 a 70 años con alcoholismo crónico en dos grupos, uno de los cuales recibió un trasplante de microbiota fecal (TMF) procedente de un donante sano mientras que el otro recibió un enema de placebo.
El TMF reduce el deseo y consumo de alcohol
Quince días después del TMF, los investigadores observaron:
- una reducción del deseo de consumir alcohol en el 90% de los pacientes sometidos a TMF frente al 30% de los pacientes que recibieron el placebo;
- una disminución de las moléculas marcadoras del consumo de alcohol en la orina de los pacientes sometidos a TMF, signo de un menor consumo;
- y una mejoría de la función cognitiva y del bienestar psicosocial
Seis meses después de la intervención, los pacientes sometidos a TMF continuaban declarando menos trastornos graves relacionados con el consumo de alcohol (hospitalización, ingreso en urgencias).
¿Participación de un diálogo “intestino-cerebro”?
El impacto beneficioso del TMF respecto a la dependencia del alcohol se acompañó de un aumento en la diversidad microbiana y en las concentraciones de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) en las heces y la sangre. Las concentraciones elevadas de AGCC se asociaron con la presencia de ciertas bacterias específicas y puntuaciones de adicción más bajas. Según los autores, la mejoría del comportamiento de los pacientes respecto al alcohol podría deberse al aumento de los AGCC después del TMF, ya que actuarían como potenciales mensajeros para una mejor comunicación entre el intestino y el cerebro. Aunque se trate de resultados preliminares, permiten vislumbrar la instauración futura de terapias basadas en la modulación de la microbiota para atenuar los trastornos de adicción al alcohol.