Papel de la microbiota fúngica en la espondiloartritis anquilosante
Un estudio llevado a cabo en pacientes con espondiloartritis anquilosante sugiere que la microbiota fúngica intestinal y las relaciones entre bacterias y hongos del tracto digestivo podrían desempeñar un papel fundamental en esta enfermedad.
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Acerca de este artículo
La espondiloartritis anquilosante (EA) y la disbiosis intestinal parecen estar relacionadas: más del 70% de los pacientes con EA sufren también una inflamación intestinal subclínica y entre un 5% y un 10% de ellos presentan una forma severa que puede progresar hasta una enfermedad inflamatoria intestinal (EII) crónica. Si bien se ha analizado anteriormente la microbiota intestinal bacteriana de estos pacientes, no se había llevado a cabo aún ningún estudio sobre su microbiota fúngica (o micobiota). Por fin, un estudio chino colmó esta laguna y caracterizó las microbiotas intestinales bacterianas y fúngicas de 22 pacientes con EA y de 16 sujetos sanos.
Disbiosis doble: microbiota y micobiota
Los resultados muestran que en los pacientes se ha triplicado la cantidad de proteobacterias y ha disminuido significativamente la de Bacteroidetes. Además de la disbiosis bacteriana de los pacientes con EA, este estudio muestra una disbiosis de la micobiota aún más severa, caracterizada por una disminución significativa de la diversidad fúngica: los hongos del filo Ascomycota (especialmente la clase Dothideomycetes) se ven reforzados, mientras que los del filo Basidiomycota disminuyen de manera importante debido principalmente a la desaparición de Agaricales.
Impacto de los tratamientos
Los autores señalan además que la terapia con inmunodepresores parece acentuar el desequilibrio de la micobiota: la diversidad fúngica disminuye de manera más drástica en los 8 pacientes tratados con etanercept (inhibidor del TNFα) que en los 5 pacientes con EA sin tratamiento. En cambio, el tratamiento con antiinflamatorios no esteroides no produjo un cambio significativo en los 9 pacientes con EA tratados. Por último, se encontró una correlación positiva entre la proteína C reactiva (marcador de brotes inflamatorios) y la microbiota fúngica. Una modificación de la microbiota fúngica (pero no bacteriana) de los pacientes con EA se asoció también con el grado de actividad de la enfermedad y con la intensidad de las lesiones radiológicas, lo que sugiere que el micobioma está implicado en el desarrollo de la EA. Se observó en pacientes con EA, y especialmente en aquellos que no llevaban tratamiento, una modificación de la cantidad e intensidad de las interacciones entre hongos y bacterias posiblemente relacionadas con el proceso inflamatorio. De hecho, estas interacciones podrían verse afectadas por el tratamiento con AINE o con inmunodepresores.