Están omnipresentes en los estantes de nuestros supermercados y resulta casi imposible evitarlos. Con sus códigos indescifrables, los aditivos alimentarios son el deleite de los fabricantes que los emplean o incluso abusan de ellos para mejorar la textura de los alimentos o prolongar su periodo de validez, aunque los estudios realizados en ratones han demostrado claramente su la nocividad: la carboximetilcelulosa (CMC) y el polisorbato 80 alteran la composición de la microbiota intestinal y causan una inflamación intestinal crónica que, pese a su baja intensidad, favorece el desarrollo de trastornos metabólicos como la obesidad o la diabetes.
Diferencias entre machos y hembras
El equipo estadounidense, ansioso por averiguar si estos dos emulsionantes comúnmente utilizados tenían un efecto en el cerebro y en el comportamiento de los roedores, decidió seguir con sus investigaciones. Durante 12 semanas, añadieron CMC o P80 al agua potable que se administró a ratoncillos, sometidos más tarde a diversos ensayos biológicos, fisiológicos y de comportamiento. Los resultados no dejan lugar a dudas: no sólo confirman los datos del primer estudio, sino que demuestran que machos y hembras no reaccionan de la misma forma a los emulsionantes alimentarios. Si bien todos los roedores vieron alterada su microbiota intestinal, el impacto fue diferente según el sexo.
Aumento de la ansiedad en los machos ansiosos y disminución de la sociabilidad en las hembras
El consumo de emulsionantes se traduce también en cambios en el comportamiento, siendo estos diferentes según el sexo. Mientras que los machos manifestaron signos de ansiedad, las hembras adoptaron un comportamiento menos sociable. Aunque no explican estas variaciones, los autores piensan que el eje intestino-cerebro favorecería el impacto de las alteraciones de la microbiota en el comportamiento. Si estos resultados se confirmaran en el ser humano, esta hipótesis explicaría cómo los alimentos procesados pueden causar algunos trastornos psicoconductuales.