La microbiota intestinal en el origen del autismo: ¿el fin de un mito?
¿Un desequilibrio en la microbiota intestinal en el origen del autismo? Esta es una hipótesis científica que ha ganado terreno. Pero no confundamos causa y consecuencia, alertan actualmente científicos australianos. Publicado en la revista Cell, su trabajo revela que son los comportamientos alimentarios de las personas autistas los que influyen en su microbiota, y no al revés.
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Acerca de este artículo
La búsqueda de un vínculo entre la microbiota intestinal y el autismo ha sido muy activa desde hace varios años. Es cierto que el intestino es nuestro «segundo cerebro» y que ciertas enfermedades neuropsiquiátricas como la depresión están asociadas a desequilibrios de la flora. Además, los ratones que recibieron trasplantes de bacterias intestinales procedentes de personas con autismo desarrollarían «comportamientos autistas». Por otro lado, estas personas a menudo tienen problemas digestivos. De ahí a pensar que los trastornos del espectro autista se deben a trastornos de la microbiota intestinal, y que podríamos tratar el autismo reequilibrando la microbiota intestinal, solo hay un paso.
Disbiosis y autismo: ¿un vínculo sobrevalorado?
Un paso que no debería darse, estiman investigadores australianos, incluso si algunos estudios parecen mostrar algunas particularidades de la microbiota intestinal en los niños autistas. Considerando el conjunto de las publicaciones sobre el tema, estimaron que el vínculo causal entre flora intestinal y autismo no estaba probado. Distintos en su protocolo de investigación, a menudo basados en grupos reducidos, teniendo en cuenta rara vez factores de «confusión» como la alimentación, que también puede hacer variar la composición de la microbiota intestinal, no concordantes en sus resultados de análisis microbianos... Los trabajos no aportan, según los científicos, datos convincentes.
Poniéndose manos a la obra, los científicos llevaron a cabo un amplio estudio de la microbiota intestinal de 247 niños (incluidos 99 diagnosticados con autismo y 148 sin autismo). Analizaron las especies bacterianas presentes en las muestras teniendo en cuenta la consistencia de las heces y otros factores que se sabe afectan a la microbiota intestinal, como la alimentación, el sexo o la edad. Resultado: el diagnóstico de autismo no está asociado significativamente con la composición de la microbiota intestinal.
Una flora intestinal desequilibrada debido a una dieta poco diversificada
El estudio revela en cambio que la composición de la microbiota intestinal de estos niños autistas está fuertemente asociada con la alimentación, la consistencia de las heces y la edad. Ahora bien, la falta de intereses y los comportamientos repetitivos son rasgos autistas típicos. Muchos niños con autismo prefieren comer los mismos alimentos constantemente o perciben ciertos sabores, olores y texturas como desagradables, recuerda una de los investigadoras.
Por tanto, estos resultados sugieren que el autismo conduce a una dieta menos variada (por lo tanto, de menor calidad), lo que conduce a una reducción de la diversidad de la microbiota intestinal que, a su vez, induce heces más blandas. Ampliamente difundida en los medios, esta publicación va en contra de las teorías sobre el vínculo entre microbiota intestinal y autismo. Sin embargo, los autores creen que los enfoques nutricionales permitirían reequilibrar la microbiota de los niños autistas y aliviar sus trastornos gastrointestinales, al mismo tiempo que mejorarían su salud general.