Cerveza y roquefort: la microbiota revela lo que comían nuestros antepasados
Cereales, legumbres, bayas… Así es como imaginamos las frugales comidas de nuestros antepasados europeos. Sin embargo, su microbiota intestinal nos revela, gracias al análisis de heces humanas conservadas durante más de 3000 años en minas de sal austriacas, que su menú también incluía queso azul y cerveza.
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Acerca de este artículo
Huesos, vasijas de barro, armas, piezas de tela... Los tesoros que encuentran los arqueólogos durante las excavaciones nos permiten conocer mejor las costumbres de nuestros antepasados. ¡Tenemos tendencia a olvidarlo, pero las heces constituyen también un material valioso para obtener información sobre la dieta de nuestros antepasados! En algunos yacimientos arqueológicos, como las minas de sal subterráneas de Hallstatt, en Austria, los excrementos humanos prehistóricos, o «paleoheces», perduraron a través de los siglos desde la Edad de Hierro, protegidas de la degradación. Estas paleoheces representan minas de información sobre la alimentación, la salud y la microbiota intestinal de nuestros lejanos antepasados. Esto motivó a un equipo de investigadores italoaustriacos a estudiar algunas muestras.
El análisis de la microbiota indica una dieta de tipo «no occidental» hasta la época barroca
El análisis microscópico de las
(sidenote:
Cuatro muestras de heces
Una muestra procedente de la Edad del Bronce, una segunda de la Edad de Hierro y dos muestras procedentes del periodo barroco.
)
reveló que la base de la alimentación de nuestros antepasados europeos eran cereales (cebada, espelta, mijo...), legumbres, frutas silvestres (manzanas, arándanos) y nueces. Por su parte, el análisis del ADN de las bacterias contenidas en los excrementos mostró que su microbiota intestinal era similar a la de las poblaciones que siguen una dieta no occidental basada en productos no transformados, frutas y verduras. Los investigadores suponen que este tipo de dieta perduró hasta el siglo xviii en Europa, antes de que un estilo de vida más moderno, la
(sidenote:
Dieta occidental
La dieta de tipo occidental se caracteriza por un exceso de azúcares, ciertas grasas, alimentos transformados y pesticidas ambientales, y por una carencia de fibras. Esta dieta se asocia a la obesidad y a ciertos trastornos inflamatorios y metabólicos, como la diabetes de tipo 2, la resistencia a la insulina y las enfermedades inflamatorias crónicas del intestino.
Siracusa F, Schaltenberg N, Villablanca EJ, et al. Dietary Habits and Intestinal Immunity: From Food Intake to CD4+ T H Cells. Front Immunol. 2019 Jan 15;9:3177.
)
y los avances médicos tuvieran un impacto sobre la microbiota intestinal.
Hace cerca de 3000 años, el queso roquefort ya era un manjar refinado
Una de las muestras procedentes de la Edad de Hierro generó estupefacción entre los científicos. Esta muestra era extraordinariamente rica en ADN de dos especies de (sidenote: Microorganismos Organismos vivos que son demasiado pequeños para observarlos a simple vista. Incluyen bacterias, virus, hongos, arqueas, protozoos, etc. y se llaman comúnmente «microbios». What is microbiology? Microbiology Society. ) : Penicillium roqueforti y Saccharomyces cerevisiae. Pues sí, se trata de las dos levaduras que todavía se utilizan en la actualidad, la primera para hacer quesos «azules» y la segunda para hacer cerveza, vino y pan. Está claro que consumían «alimentos transformados» en las mesas de Europa.
Ya sabíamos que nuestros antepasados fabricaban cerveza en la Edad de Hierro. Pero los investigadores consideran que la presencia de quesos azules muestra la sofisticación de las tradiciones culinarias de los antiguos europeos. Las condiciones de temperatura y humedad eran ideales para afinar quesos salados con sal natural y fermentados con levadura en cubas de madera. ¡Esta receta sigue siendo válida para la fabricación del queso roquefort que saboreamos en la actualidad!