Las interacciones sociales modelan nuestras microbiotas
Las relaciones interpersonales constituyen un motor importante de la formación de la microbiota y, por lo tanto, del metabolismo asociado. Por ejemplo, convivir con alguien equivale a compartir una media del 12% de las especies de su microbiota intestinal y del 32% de las cepas orales.
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Acerca de este artículo
A diferencia del genoma —heredado de nuestros padres y estable—, la microbiota sembrada al nacer va cambiando con el paso del tiempo en función de la alimentación, del estilo de vida y, sorprendentemente, de las personas con las que nos reunimos. Al menos es lo que tienden a demostrar los resultados de un estudio que analizó un amplio panel de datos metagenómicos procedentes de cuatro continentes. El estudio incluyó un total de 9715 muestras de microbiota, 7646 de las cuales procedían de las heces y 2069 de la saliva.
Cuanta más distancia geográfica, menos microbios compartidos
Primera enseñanza: las cepas compartidas de persona a persona siguen un gradiente basado en la distancia geográfica, la red de interacción social y el parentesco. Globalmente, en lo referente a la microbiota intestinal, los porcentajes más elevados de cepas compartidas de persona a persona se observan entre las madres y sus hijos de 0 a 3 años (34%), seguidos de las personas (mayores de 4 años) del mismo hogar (12%), los gemelos adultos que no conviven (8%) y, por último, los adultos que viven en el mismo municipio —pero no bajo el mismo techo— (8%). Según los autores, este perfil microbiano compartido en un mismo pueblo podría deberse a las interacciones físicas y al entorno compartido entre los habitantes del pueblo. En cambio, las personas que no viven ni bajo el mismo techo ni en el mismo municipio comparten un porcentaje de cepas muy bajo.
38% Una pareja comparte el 38% de su microbiota oral.
Enfoque en la transmisión materna
Para comprender mejor la transmisión materna, se analizaron 3598 muestras procedentes de 711 parejas madre-hijo. Este análisis reveló porcentajes de cepas intestinales compartidas que iban disminuyendo progresivamente, del 65% a la edad de 1 día, 50% a 1 semana, 47% a 1 año, 27% entre 1 y 3 años, 19% hasta los 18 años y 14% hasta los 30 años. Este descenso gradual del porcentaje de cepas intestinales compartidas se asocia probablemente a la reducción de la proximidad física y al acceso a nuevos entornos. Sin embargo, persiste una filiación de la microbiota intestinal: entre los 50 y los 85 años, las personas comparten todavía el 16% de las cepas intestinales de su madre, aunque no vivan bajo el mismo techo.
65% Un recién nacido y su madre comparten el 65% de su microbiota intestinal el día del parto.
En lo referente a la microbiota oral, el análisis de datos procedentes de Estados Unidos y las islas Fiyi muestra dinámicas muy diferentes: los porcentajes de cepas compartidas madre-hijo aumentan con la edad del niño, sobre todo a partir de los 3 años, coincidiendo con la acumulación creciente de especies de microorganismos en su microbiota oral. No obstante, las cepas compartidas entre un niño y su madre (30%) o su padre (24%) nunca igualan a las de una pareja (38%), lo cual se explica por su intimidad.
La microbiota ORL
Escaso efecto del estilo de vida sobre la transmisión de las microbiotas
Por último, el estilo de vida (occidental o no) ejerce una influencia mucho menor de lo que se pensaba sobre la dinámica de transmisión de la microbiota: los porcentajes de cepas compartidas entre personas son muy similares, sea cual sea el país. Por lo tanto, la mayor abundancia de microorganismos observada en las comunidades no occidentalizadas no parece deberse a una mayor transmisión a través de otros miembros del hogar, sino que podría ser una consecuencia de las interacciones con el entorno y de dietas y estilos de vida que favorecen la diversidad de los microorganismos.