Infecciones urinarias: romper el círculo vicioso
A juzgar por los estudios recientes, los antibióticos solo representan una solución a corto plazo frente a las infecciones urinarias ya que pueden alterar la microbiota intestinal, dañar el sistema inmunitario, e incluso favorecer la recurrencia de las crisis.
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Acerca de este artículo
Las infecciones urinarias (IU) se cuentan entre las infecciones bacterianas más frecuentes del mundo; se producen cuando las bacterias, procedentes de la piel o del recto penetran en la uretra e infectan las vías urinarias.1,2 Un estudio estadounidense reciente siguió durante un año a un grupo de unas treinta mujeres que padecían infecciones urinarias y recibían a tratamientos antibióticos. Los resultados no admiten réplica: es un auténtico círculo vicioso para las mujeres que padecen infecciones urinarias. Los antibióticos prescritos para aliviar la crisis del momento podrían abonar el terreno para la siguiente.
Del 20 al 30% de las mujeres con una infección urinaria diagnosticadas sufrirán infecciones urinarias recurrentes (IUr).
En el inicio, la microbiota intestinal
Todo empieza en el intestino. Unas bacterias llamadas Escherichia coli ascienden a través de la vulva, situada cerca del ano, hasta las vías urinarias. Hasta ahí, nada anormal, puesto que se observa el mismo fenómeno en las mujeres que no son afectadas por estas infecciones. Normalmente, el sistema inmunitario se encarga de eliminar a los indeseables, salvo que en las mujeres que padecen infecciones urinarias crónicas, el sistema inmunitario no está demasiado en forma. La causa probable son los tratamientos antibióticos repetidos, que eliminan en parte las bacterias encargadas de regular la inmunidad gracias a pequeñas moléculas fabricadas en el intestino y que después pasan a la sangre.
Consecuencia directa: E. coli desencadena una nueva infección urinaria… y el médico no tiene más remedio que prescribir un nuevo tratamiento antibiótico. Y se inicia de nuevo un ciclo, puesto que este nuevo tratamiento, aunque elimine las bacterias de la vejiga, no hará lo mismo con el reservorio de sus hermanas mimadas presentes en el tubo digestivo. Peor aún, se corre el riesgo de que el tratamiento altere más a las bacterias beneficiosas de la microbiota intestinal que intentan, mal que bien, ayudar al sistema inmunitario a luchar contra las E. coli que ascienden hasta la vejiga.
La microbiota intestinal
Cambiar de estrategia
Resultado: del 20 al 30% de las mujeres sufrirán rápidamente nuevas infecciones urinarias.
Por no hablar del desarrollo de resistencia a los antibióticos, que complica el tratamiento de la nueva crisis. ¿Cómo salir de este círculo vicioso? Quizá cambiando de estrategia. En lugar de intentar eliminar a los indeseables, con el riesgo de producir víctimas colaterales (las bacterias beneficiosas que regulan la inmunidad) y, por lo tanto, daños a largo plazo, ¿por qué no cuidar de las bacterias que aseguran el equilibrio de la microbiota intestinal? Las mujeres que padecen infecciones urinarias tienen una microbiota intestinal a media asta, menos diversificada y menos rica en bacterias buenas.
De ahí la sugerencia de los autores de concentrarse en los tratamientos de la microbiota para restaurar la comunidad bacteriana de las mujeres propensas a las infecciones.