Microbiota 7 - Junio 2019
Estimados lectores:
Según la Organización Mundial de la Salud, una parte de los cánceres digestivos (de estómago, hígado, esófago y colorrectal) representa el 23,8% de los nuevos casos de cáncer diagnosticados en 2018, en todos los países del mundo. El año pasado, el cáncer colorrectal por si solo causó casi 900 000 muertes en todo el mundo. Si bien la influencia innegable de la alimentación en la aparición de tumores digestivos se conoce desde hace tiempo, el vínculo existente entre dichas patologías y la microbiota intestinal es un descubrimiento reciente. Suficiente para reclasificar el cáncer como una enfermedad con un importante componente ambiental. ¿Simple elucubración o, por lo contrario, verdad fundamentada? Si creemos lo que dice la literatura científica –reflejo de un interés internacional innegable–, la segunda opción podría traer aparejada una buena cantidad de descubrimientos.
Varios trabajos preclínicos y clínicos recientes han descrito los vínculos que ya sospechaba la comunidad científica: la manera en que ciertas especies del género Fusobacterium podrían estimular la instauración de un entorno proinflamatorio en la mucosa intestinal y favorecer la emergencia y la progresión de un cáncer colorrectal; cómo Helicobacter pylori –al igual que otras especies bacterianas y complementada por factores múltiples– podría promover un tumor gástrico; o incluso cómo la microbiota intestinal podría modular la respuesta inmunitaria anticancerígena. En otras palabras, se cree que a lo largo de todo el proceso tumoral puede estar implicada una disbiosis intestinal, desde la patogénesis hasta la respuesta a los tratamientos con quimioterapia e inhibidores de los puntos de control inmunitarios.
Sobre este último punto en concreto, el profesor Iradj Sobhani (Universidad París-Este Créteil y Hospital Universitario Henri-Mondor, Créteil, Francia) aporta algo de luz. Descifra las observaciones actuales según las cuales la comunidad microbiana intestinal, en su conjunto, metabolizaría los anticancerígenos como la gemcitabina y afectaría a su eficacia, pero también influye en los efectos de las radiaciones ionizantes y en la cicatrización posoperatoria. Su revisión no puede ignorar los efectos nocivos de una antibioterapia administrada a pacientes tratados por cánceres metastásicos sobre la variabilidad de la respuesta a las inmunoterapias anti-PD-1 o anti- PD-L1. Una síntesis que muestra la importancia de la microbiota intestinal como factor de medicina personalizada en un contexto de inmunooncología en pleno desarrollo.
Por tanto, microbiología y oncología van de la mano en esta edición. Una oportunidad para el profesor Harry Sokol (Hospital Saint-Antoine, París, Francia) de retomar una publicación que apareció en Science Translational Medicine y mostrarnos que el trasplante autólogo de microbiota fecal podría tener una aplicación prometedora en hematología. Por último, en cuanto a los beneficios para los pacientes, el profesor Emmanuel Mas (Hospital Infantil, Toulouse, Francia) desvela una alternativa alimenticia eficaz y bien tolerada por los pacientes afectados por la enfermedad de Crohn.
Que disfrute de la lectura.
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