Autodiagnóstico de la microbiota: alegato a favor de la introducción de un marco reglamentario
El potencial médico de la microbiota parece haber abierto las puertas a un jugoso mercado: el del autodiagnóstico. Esta falta de mecanismos de protección da lugar a alegaciones engañosas y riesgos para pacientes dispuestos a hacer cualquier cosa para reducir el sufrimiento causado por una enfermedad crónica.
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Acerca de este artículo
Como consecuencia del potencial de la microbiota en el campo de la salud, que la investigación sacó a la luz estos últimos años, está floreciendo el mercado de las pruebas de autodiagnóstico prometiendo el oro y el moro. Un grupo de investigadores y médicos estadounidenses se subleva contra estas alegaciones y analiza, en una tribuna publicada en la revista Science, los servicios y promesas online de 31 empresas, 17 de ellas basadas en los Estados Unidos, cuya oferta se centra principalmente en la microbiota intestinal y, en menor medida, en la microbiota vaginal o cutánea.
Similares a las pruebas genéticas
En la práctica, estas pruebas recuerdan a su equivalente genético: adquisición de un kit, toma de una muestra que se manda al laboratorio y secuenciación para determinar la composición taxonómica de la microbiota. El cliente recibe un análisis a menudo gráfico y un veredicto (microbiota sana o disbiosis) obtenido por comparación con bases de datos cuya representatividad es cuestionable. En caso de disbiosis, se ofrecen recomendaciones y complementos alimenticios, vendidos por el 45% de las empresas que comercializan estas pruebas. Por supuesto, se aconseja efectuar pruebas regulares como seguimiento de la mejoría.
El 63% de la población mundial considera útil el análisis de la microbiota intestinal
Pruebas sin validez ni utilidad
Según los autores de la tribuna, estas pruebas de autodiagnóstico no cumplen los tres criterios que garantizan la exactitud y utilidad de un ensayo:
- la validez analítica (porcentaje de falsos positivos y negativos) no se puede garantizar: la microbiota bacteriana todavía no se ha descifrado por completo, la prueba no busca todas las bacterias y los resultados varían de un laboratorio a otro e incluso en un mismo laboratorio (falta de estandarización de los métodos, bases de datos variables, etc.);
- la validez clínica (¿microbiota sana o disbiótica?) no tiene mucho sentido sin una definición normalizada de lo que es una «microbiota sana»;
- la utilidad clínica es dudosa: la información obtenida no permite emitir ninguna recomendación ni proponer ningún tratamiento.
Es cierto que numerosas empresas se tomaron la molestia de precisar que su prueba carece de valor «diagnóstico». Sin embargo, sus alegaciones comerciales hacen pensar lo contrario, puesto que los resultados parecen científicos.
El paciente corre el riesgo de perder oportunidades
Ahora bien, las consecuencias de estas pruebas pueden ser catastróficas para los pacientes que sufren enfermedades crónicas: autodiagnóstico erróneo, retraso en el tratamiento e incluso suspensión del tratamiento y sustitución por una alternativa que carece de efectos comprobados. Por ejemplo, un paciente pretendía prepararse un trasplante fecal casero. De ahí la necesidad, según los firmantes de la tribuna, de una reglamentación que obligue a las empresas que comercializan estas pruebas a proporcionar información precisa sobre su metodología, a adoptar los estándares que se establezcan en el futuro y a publicar sus resultados, y que prohíba las alegaciones engañosas y las falsas promesas. Además, la investigación en general todavía debe avanzar para definir lo que es una microbiota sana y confirmar, o no, la eficacia de cambios en la dieta y/o de complementos alimenticios.