Los beneficios del vino para nuestra salud –siempre y cuando su consumo sea moderado– podrían atribuirse básicamente a los polifenoles que contiene. Según estudios realizados en animales, el poder antimicrobiano de estos componentes naturales presentes principalmente en la piel de la uva negra ejercería efectos beneficiosos en la microbiota intestinal. ¿Se observa el mismo efecto en el ser humano? ¿Y con otros tipos de bebidas alcohólicas?
Una microbiota intestinal más diversificada
Para responder a estas preguntas, un equipo de investigadores londinenses estudió los efectos de la cerveza, de la sidra, del vino tinto, del vino blanco y de licores en la microbiota intestinal de 916 mellizas británicas. Según los resultados de sus análisis, las mujeres que consumían vino tinto tenían una microbiota intestinal mucho más variada que las que tomaban otro tipo de bebida alcohólica y se sabe que esa gran diversidad bacteriana constituye un signo de buena salud. Los resultados se confirmaron en otras dos cohortes de mujeres (estadounidense y holandesa) que incluyeron aproximadamente mil pacientes participantes cada una.
Papel destacado de los polifenoles
La mayor diversidad microbiana que se observó únicamente con el vino tinto podría explicarse por el alto contenido de polifenoles de esta bebida alcohólica; de hecho, es entre 6 y 7 veces mayor que en el vino blanco, por ejemplo. Además, basta un consumo muy bajo para que se observe este efecto. Otro resultado aparentemente sorprendente: las consumidoras de vino tinto tenían generalmente un índice de masa corporal más bajo, sumando todas las cohortes.
¿La explicación de la “paradoja francesa”?
Según los autores, el aumento de la diversidad bacteriana podría contribuir, al menos en parte, a los efectos beneficiosos de un consumo moderado de vino tinto al mejorar el metabolismo del colesterol o al reducir el contenido de grasa. No cabe duda de que este descubrimiento dará mucho que hablar y alimentará el debate muy controvertido en torno a los beneficios del vino tinto. Quizás incluso permita explicar por fin la “paradoja francesa”.