Según muestran estudios recientes, parece que los maratonistas no deberían subir solos en el podio ya que sus bacterias intestinales son también responsables de su clasificación.
La bacteria que transforma a los ratones en campeones
Un equipo de investigación observó que al finalizar una carrera, la microbiota intestinal de los maratonistas era especialmente rica en bacterias pertenecientes al género Veillonella y aislaron en sus heces una especie en particular llamada Veillonella atypica. Una simple inoculación de esta bacteria en ratones los transforma en atletas experimentados: ¡los roedores corren durante mucho más tiempo en las cintas ergométricas!
El maratonista alimenta a las bacterias…
Pero aún faltaba dilucidar los mecanismos en juego. Una particularidad de las bacterias Veillonella llamó la atención de los investigadores: estas bacterias se alimentan de ácido láctico, el mismo ácido que produce el organismo cuando se realiza ejercicio físico prolongado y que es la causa de las agujetas que uno siente al día siguiente de una “hazaña” deportiva. Tras varios experimentos complementarios, los investigadores propusieron el siguiente modelo explicativo: cuando los maratonistas corren, consumen el azúcar (o glucosa) almacenado en sus músculos, y este se transforma en ácido láctico (de ahí los futuros calambres). Parte de este ácido láctico llega al hígado, donde se transforma de nuevo en glucosa; el resto atraviesa la pared intestinal y sirve de alimento para las bacterias Veillonella que viven en el tracto digestivo.
… y las bacterias estimulan al maratonista
Las bacterias Veillonella, bien alimentadas por sus huéspedes, se multiplican rápidamente, de ahí la riqueza de la microbiota de los maratonistas al finalizar la carrera. Además, las bacterias alimentadas con ácido láctico producido durante el ejercicio físico lo transforman en el colon en propionato, una sustancia beneficiosa derivada del ácido láctico que, a través de la circulación sanguínea, regresa a los músculos de los atletas y mejora su rendimiento. De hecho, una inyección de propionato en el colon de ratones es suficiente para que se conviertan en campeones de la cinta ergométrica. Esta relación entre la bacteria y su huésped, en la que “todos salen ganando”, que permite al deportista acabar la maratón en un tiempo récord y ¡con la tripa llena de Veillonella!