En el recién nacido
Los trastornos funcionales intestinales pueden manifestarse desde el comienzo de la vida. Las patologías predominantes varían en función de la edad, pero siempre vienen acompañadas por una marcada implicación de la microbiota intestinal. .
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Acerca de este artículo
Principal TFI del lactante: el cólico. Este trastorno, cuya fisiopatología es mal conocida, podría tener su origen en la microbiota y requiere de nuevas estrategias terapéuticas, ya que los tratamientos habituales ofrecen una eficacia variable de un bebé a otro.
UNA PATOLOGÍA MAL DEFINIDA
El cólico del lactante, con una prevalencia estimada entre el 5 % y el 28 % según los estudios, es un síndrome benigno caracterizado por crisis de llanto recurrentes, a menudo acompañadas de síntomas corporales: puños cerrados, piernas levantadas y enrojecimiento facial. Estos síntomas se manifiestan normalmente hacia la edad de dos semanas, con un pico de severidad entre las 5 y 8 semanas, y suelen resolverse espontáneamente hacia la edad de 4 meses. Su patogénesis sigue siendo confusa y el diagnóstico actual se basa en los criterios de Roma IV. Las causas orgánicas no representan más que una pequeña parte de la etiología (5 %). Es probable que influyan otros factores tales como la alergia a las proteínas de la leche de vaca, tensiones y ansiedad familiares, etc.
LOS TRATAMIENTOS ACTUALES
La diversidad de las causas hace que el tratamiento sea complejo, lo que incita a diversificar las opciones terapéuticas y conduce a un tratamiento inespecífico. Los principales enfoques actuales son: farmacología (protector gástrico, antiespasmódicos...), alimentación (dietas modificadas, principalmente fórmulas a base de hidrolizado de caseína, lactosuero o leche de soja...), técnicas conductuales (quiropráctica, menor estimulación del bebé...), así como ciertos probióticos.
HIPÓTESIS ETIOLÓGICAS INNOVADORAS EN TORNO A LA MICROBIOTA8
Por el contrario, un equipo internacional propone tres hipótesis etiológicas que podrían conducir a nuevas vías terapéuticas: en primer lugar, la inmadurez de la circulación enterohepática y de la acción de los ácidos biliares podría dar lugar a una mala absorción de grasas y otros nutrientes, al igual que efectos secundarios potenciales en la microbiota intestinal. Por otro lado, la disbiosis intestinal provocaría un aumento de la fermentación de nutrientes y una reducción de las concentraciones de ácidos biliares deshidrolizados en el colon. Por último, la inmadurez del sistema nervioso entérico provocaría anomalías de las funciones motoras y sensoriales en el intestino y el colon. La futura caracterización de estos tres mecanismos, los cuales presentan numerosas interacciones potenciales, puede conducir a un diagnóstico más específico y a un tratamiento personalizado basado en biomarcadores específicos.