Se sabe que el olor corporal se debe principalmente a la degradación bacteriana de los componentes naturales de la transpiración producida por las glándulas sudoríparas. Pero no conocemos las especies implicadas ni los mecanismos implicados en los sujetos jóvenes. Por ello, los investigadores reclutaron a niños prepúberes (5-9 años) y adolescentes (15-18 años), en los que analizaron muestras de sudor producido en las axilas, la nuca y el cráneo 1 hora después de la ducha, tras un esfuerzo y 7 horas después de éste.
Cada especie tiene su propio olor
Los adolescentes emitían en todo momento un olor más fuerte que los niños, especialmente en las axilas. Si bien el sudor de los más jóvenes se caracteriza por tener un olor más agrio, en los adolescentes tras realizar un esfuerzo físico, predominaba el olor a azufre. Independientemente de la edad, el cráneo desprende un olor a grasa característico. Según los investigadores, estas diferencias ponen de manifiesto la heterogeneidad de las especies de la microbiota cutánea responsables de los malos olores y, sobre todo, la influencia de ciertas especies.
¿A qué se deben estos malos olores ?
Dos especies son abundantes en la nuca y en el cráneo. Una de ellas es predominante en niños y la otra en adolescentes, lo que refleja los cambios de actividad de las glándulas que tienen lugar durante en la pubertad. Pero el principal descubrimiento es el papel crucial que tienen los estafilococos en el olor corporal de los jóvenes, papel desempeñado por corinebacterias en los adultos. ¿A qué se debe el olor a azufre que desprenden las axilas de los adolescentes? Sin duda, a la producción ácida de la bacteria Staphylococcus epidermidis. ¿Y el olor amargo que se desprende de la nuca de los niños? En este caso, el culpable es Staphylococcus hominis.
¿Desodorantes especialmente diseñados para adolescentes?
Según los científicos, la transformación de una transpiración más bien agria en el niño a una transpiración azufrada en el adolescente parece reflejar la reorganización de las especies que se produce dentro de la microbiota cutánea durante la pubertad. Este descubrimiento podría ser de gran utilidad para los fabricantes de desodorantes que, hasta el momento, los han elaborado para evitar el mal olor en personas adultas, pero no en adolescentes.