Los fagos, pequeños virus con un gran potencial
Cuando se habla de «microbiota intestinal», se piensa en primer lugar en «miles de millones de bacterias». Pero existe también una amplia comunidad de virus llamados bacteriófagos (o simplemente «fagos») que desempeñan un papel clave en el equilibrio de la microbiota. Los fagos, capaces de atacar específicamente a las bacterias, podrían, entre otras cosas, ser útiles para luchar contra las infecciones resistentes a los antibióticos.
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Acerca de este artículo
Los fagos son las entidades biológicas más abundantes y más variadas de la tierra, aunque todavía se conocen mal1. Son depredadores naturales de las bacterias y están por todas partes, en el suelo, los océanos… y la microbiota intestinal humana, donde constituyen el tipo de virus dominante. Cohabitamos con ellos toda la vida en perfecta armonía. Además, tienen un elevado potencial para tratar ciertas enfermedades gastrointestinales.
Un descubrimiento prometedor que cae en el olvido
Desde su descubrimiento en 1915, los fagos suscitaron enseguida un gran interés por su capacidad de destruir ciertas bacterias responsables de infecciones. Es más, de manera específica, cada especie de fago tiene como «presa» una sola especie bacteriana, es decir que cada virus puede infectar a un solo tipo de bacteria. A finales de la década de 1920, se realizaron experimentos y los tratamientos a base de fagos dieron resultados satisfactorios en pacientes con disentería o cólera. La «fagoterapia» se consideró seriamente para combatir algunas infecciones bacterianas que entonces causaban estragos, antes de que los antibióticos la desplazaran en la década de 1940. Más eficaces y más prácticos, relegaron a los fagos a la categoría de curiosidad. Pero no en todas partes, puesto que se siguen utilizando en algunos países del este. Sin embargo, estos tratamientos están poco documentados científicamente.
El regreso de los fagos
Hoy, el aumento de la resistencia a los antibióticos constituye una amenaza sanitaria mundial. El impacto de los antibióticos sobre el equilibrio de la microbiota intestinal, cuya importancia para la salud es bien conocida en la actualidad, también preocupa. ¡El resultado es que los fagos son de nuevo el centro de atención! Hace 20 años, se reanudaron los ensayos sobre fagoterapia. Después de algunos titubeos, un estudio causó sensación en 2017. Un paciente diabético infectado por una bacteria multirresistente y que padecía pancreatitis recuperó la salud en 5 meses gracias a la fagoterapia, tras el fracaso de varios tratamientos con antibióticos. Después, se registraron otros éxitos en infecciones causadas por microorganismos multirresistentes. Aunque suscita grandes esperanzas, el tratamiento con fagos todavía no ha sido aprobado por las autoridades sanitarias (salvo muy raras excepciones).
El potencial de la fagoterapia no se limita al tratamiento de las infecciones bacterianas. También podría ser útil para corregir desequilibrios de la microbiota (« (sidenote: Disbiosis La disbiosis no es un fenómeno homogéneo ya que varía en función del estado de salud de cada individuo. Se define generalmente como una alteración de la composición y funcionamiento de la microbiota, provocada por un conjunto de factores ambientales y relacionados con el individuo, que alteran el ecosistema microbiano. Levy M, Kolodziejczyk AA, Thaiss CA, et al. Dysbiosis and the immune system. Nat Rev Immunol. 2017;17(4):219-232. ) ») asociados a ciertas enfermedades digestivas, incluso no infecciosas. Por ejemplo, un estudio en ratones demostró que los fagos son capaces de destruir una bacteria intestinal específica asociada a un pronóstico desfavorable en la hepatitis alcohólica. Por último, los fagos suscitan esperanzas en el ámbito de la medicina «de precisión». Podrían servir para «transportar» medicamentos potentes (por ejemplo, quimioterapia) directamente a una zona concreta del cuerpo, lo cual permitiría administrar el tratamiento solo a las células/bacterias que lo necesitan. Se reduciría la cantidad de medicamento que pasa a la circulación sanguínea, lo que limitaría los efectos secundarios y la toxicidad sobre los órganos vecinos.
Se activa la investigación para convertir a los fagos en nuestros aliados
Ahora, se abre un inmenso campo de investigación para responder a numerosos preguntas, un siglo después de su descubrimiento. ¿Es segura la fagoterapia? ¿Puede sustituir a un tratamiento antibiótico? ¿Cuál es el modo de administración y la dosis correcta? ¿Cuál es su efecto a largo plazo sobre la microbiota? A estas numerosas preguntas médicas, se suman los problemas regulatorios y, en algunos países, un vacío jurídico cuando menos sorprendente. En efecto, los fagos no son ni medicamentos ni vacunas ni dispositivos médicos…, lo cual los hace inaccesibles por el momento. Queda mucho trabajo por hacer, pero, según los autores, ¡merece la pena!